Fué la Legión Cóndor, pero hacian un “trabajillo de encargo”. El fascismo español, dirigido por el militar criminal Francisco Franco, fué quien realizó el sangrienta petición. El objetico causar cientos de muertos (objetivo conseguido por esa caterva de asesinos) y terminar con unas provincias que consideraban “traidoras”. Las provincias que conforman esta nación llamada Euskal Herria. 75 años después podemos decir que ese objetivo , no fué cumplido. Euskal Herria, sigue en pie, viva y luchando por su soberania.
Repaso a lo ocurrido hace 75 años en Gernika. Crónica de un corresponsal de la época
27 de abril de 1937. El infierno cayó ayer sobre Gernika. La villa símbolo de los vascos ardió por los cuatro costados, como ha podido comprobar en persona este corresponsal. La destrucción ha sido total y cientos, quizás miles, de personas han muerto o desaparecido. Aún es pronto para evaluar la magnitud de la masacre, pero está claro que el impacto psicológico será brutal y puede ser determinante en una guerra en la que el Gobierno de Euskadi ha permanecido leal en todo momento a la República.
Con los rescoldos aún calientes, quedan muchas preguntas sin respuesta para poder explicar un ataque que ha roto las reglas de cualquier guerra moderna. ¿Quién? ¿Por qué? ¿Con qué objetivo? ¿Para qué? En el aire flotan las sospechas (se dice que se han hallado carcasas de bombas de la aviación alemana y que algunos cazas llevaban distintivos de la aviación de Hitler) y también una certeza: Gernika ha sido el primer bombardeo sistemático contra una población civil de la historia. Se había oído hablar de las atrocidades cometidas desde el aire por los italianos en Abisinia, pero esto supera con creces cualquier desastre conocido.
El ataque comenzó sobre las cuatro y media de la tarde. A esa hora, el pueblo bullía de actividad. El mercado daba sus últimos coletazos y había varios partidos de pelota programados, pese a que el delegado del Gobierno había pedido por la radio a la población que se quedara en casa. No fue el caso. Gernika estaba atestada de vecinos, refugiados y gente de los pueblos vecinos.
El zumbido de los motores rompió la tensa calma de la retaguardia. Los primeros aviones llegaron por el oeste. Las campanas de la iglesia de San Juan comenzaron a tañir anunciando el inicio de la lluvia de fuego y metralla. La gente corrió despavorida. Sonaron las primeras explosiones. Y cayeron los primeros muertos.
Uno de los primeros que ha podido ser identificado ha sido Tomás Arrien Ispizua, ebanista de profesión. Por la mañana estaba “feliz” en el mercado, “porque había cobrado unos trabajos que le debían desde hacía tiempo”, relató uno de sus allegados. Al parecer, salió del refugio antiaéreo donde había buscado cobijo al percatarse de que su casa, con el dinero que había percibido, estaba ardiendo.
Descalzos e indefensos
Tras la primera oleada llegaron más aviones. La población huía hacia el cerro de Lumo, en una carrera entre la vida y la muerte. El olor a quemado era insoportable. Pero no sólo cayeron bombas sobre Gernika. Los pilotos comenzaron a ametrallar a los civiles, sobre todo en las campas de Santa Lucía. Les ametrallaban sin piedad, una pasada tras otra. Algunas de las víctimas de esta barbarie iban descalzas. Habían perdido sus zapatos y estaban totalmente indefensas.
El bombardeo se prolongó hasta las siete menos cuarto. Entonces los habitantes de la villa y supervivientes que andaban desperdigados por el monte se reunieron en grupos, especialmente numeroso fue el que subió a la colina de Lumo. Juntos y horrorizados vieron arder la villa durante horas. Sus casas, vidas y sueños han quedado arrasadas. Sólo el roble de la Casa de Juntas ha resultado ileso. También las fábricas de armas de Astra, que se supone iban a ser el objetivo de cualquier ataque.
Muchos vecinos habían tachado de alarmistas a los soldados que habían llegado, en días precedentes, del frente buscando refugio, y que relataban historias de venganzas y ajusticiamientos sumarísimos. La percepción general era que Franco no se iba a atrever a atacar la villa, por su simbolismo para el pueblo vasco. Nada más lejos de la realidad. Gernika llora hoy una tragedia e ignominia sin precedentes en la historia de la Humanidad.
Testimonio de un superviviente del criminal bombardeo “Pase mucho miedo”
Luis Iriondo, vecino de Gernika que tenía entonces 14 años, logró salir vivo tras esconderse en uno de los cuatro refugios que habían sido habilitados en el mercado de esta villa, donde durante tres horas y media permaneció a resguardo de las bombas que estallaban en el exterior.
“Claro que pasamos miedo. En el refugio había una especia de túnel estrecho y no sabíamos si aquello se nos iba a caer encima”, ha asegurado hoy, poco antes del inicio del homenaje al periodista británico George Steer, cuyas crónicas dieron a conocer al mundo el bombardeo.
Cuando el ruido de los aviones cesó y salió al exterior, comprobó que su pueblo era pasto de las llamas y, ya junto a su familia, salió de Gernika, a donde no regresó para vivir hasta ocho años después.
“Hubo muchas menos víctimas de las que podría haber habido, porque las primeras bombas trataron de destruir un puente, un punto estratégico. Y, al oirlas, la gente entró en los refugios”, ha explicado.
Iriondo ha recordado que, tras el ataque, los medios informativos españoles culpaban “a los rojos separatistas” de haber incendiado el municipio.
“Todos los periodistas decían que habían sido los rojos separatistas quienes habían dado fuego a Gernika en su retirada. Ninguno venía a preguntar a Gernika qué había pasado. Si lo hubieran hecho, se lo habríamos contado”, ha afirmado Iriondo.
Otro superviviente, Mateo Malas Etxebarria, que fue fotografiado por Steer en una de las imágenes que acompañaron a sus crónicas del bombardeo, ha explicado a Efe que tenía 10 años cuando, en el caserío de su familia, situado a dos kilómetros de la villa atacada, vio caer las primeras bombas.
“Era un lunes por la mañana. Los aviones de caza anduvieron dos horas por la zona de Markina, bajaban en barrena y oíamos el ruido de sus motores y de sus ametralladoras. Mi padre y mi madre todos los lunes iban al mercado de Gernika, pero mi padre dijo que ese día no irían”, ha relatado.
Cuando Mateo oyó las sirenas que avisaban de la posibilidad de un ataque, vio volar el primer avión que se dirigía a Gernika. “El avión venía altísimo. Era bimotor, yo lo sabía por el ruido. La bomba iba bajando en altura, hasta que cayó. La bomba brillaba con el sol”.
En aquel momento, un gudari que circulaba por la zona en moto le pidió que le ayudara a cubrir su vehículo ante el temor de poder ser descubierto por los pilotos.
“Con las mantas de las vacas cubrimos su moto. En aquel momento, paría una ternera y, mientras la limpiábamos, el avión se marchó. Quince minutos después aparecieron otros dos bimotores, y luego vinieron los cazas, que disparaban a todo lo que se movía. ¿Si pasé miedo? Hombre, con los cazas, sí”, ha confesado.
Contra el fascismo de ayer y de hoy. 75 aniversario del bombardeo fascista de Gernika.
Fuente: La haine